Espero que la primera parte os haya gustado y os haya dejado con la intriga de seguir... Aquí va la segunda y última parte de este relato.
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A la noche, cuando cerré el supermercado,
me sobresalté al ver a aquel chico esperándome en la calle, apoyado en una
farola.
-Hola.-
-Ho…la…- contesté lentamente. Me acerqué a él con cautela, mirándole. La verdad
era que tampoco él se me había ido de la cabeza. Sus ojos, sobre todo sus ojos,
pero también sus facciones marcadas, su piel blanca y su pelo negro azabache,
todo el día había tenido su imagen en mi mente. ¿Por qué? ¿Qué me estaba
pasando?
-¿Qué, has pensado en lo que te dije?-
preguntó, sin moverse de donde estaba. Eso me hizo resoplar. –Por desgracia sí.
Pero que conste que es una irracionalidad, se lo he preguntado también a varias
personas, y todos estamos de acuerdo en eso.- Matt sacudió la cabeza. –Claro
que están de acuerdo, están ciegos, no ven lo que tienen ante sus ojos… aún
tienen que despertar. Y lo veo difícil en toda esta gente.- Fruncí el ceño,
otra de esas frases que tenían sentido nulo. -¿Qué quieres decir con eso,
Matt?- pude ver que algo en sus ojos azules como el hielo brilló cuando
pronuncié su nombre. Sonrió de lado. –Quiero decir que la gente en realidad no
sabe lo que es ser feliz, porque no han experimentado ese sentimiento de
verdad. No han experimentado ningún sentimiento, porque están tan obsesionados
con su rutina y su aparente felicidad que no se fijan en nada más. ¿Te acompaño
a casa?- añadió tan súbitamente que me sorprendió.
Vacilé un momento, pero la conversación me interesaba, por alguna razón
inescrutable. Así que asentí, y empezamos a caminar en dirección a mi casa.
La luna brillaba en el cielo, estaba
llena, y le confinaba a todo el entorno un aspecto plateado, precioso y
fantasmagórico a la misma vez. Decidí replicarle a lo que él había dicho acerca
de los sentimientos.
-Los sentimientos no existen. Son malos. Nos perjudican. Nos hacen ser
infelices.-
-¿Por qué piensas eso?-
-El amor por ejemplo… se dice que mientras que amas eres realmente feliz, pero
cuando el amor se acaba ya no lo eres, es más, estás fatal. Prefiero conservar
mi felicidad de este modo, prefiero no amar.-
Matt me miró como si de verdad le hubiera molestado lo que acababa de decir.
-¡Tú no sientes nada, ni felicidad! ¡Lo que todos vosotros sentís es apatía!-
exclamó. –Dime, ¿cómo puedes ser feliz pasándote los días enteros atendiendo a
gente en una caja de supermercado, sin hacer nada más, sin salir a pasear por
la noche, sin disfrutar de una puesta de sol, sin sentir la pasión de estar con
la persona que quieres, sin hacer lo que realmente te gusta?-
Eso me hizo sentirme de una forma que no había hecho hasta ese momento: Me
enfadó.
-¡Yo soy feliz! ¡Eso es lo que me gusta hacer! Tú sólo sabes que decir
incoherencias, yo no quiero amar a nadie, no quiero ver puestas de sol porque
no sirven para nada, ¡sólo es pasar el tiempo!- le miré de mala manera, y todo
lo que había dicho lo había dicho con un tono de voz elevado. Se ve que eso
divirtió a Matt por una razón extraña, porque empezó a reírse.
-Mira, te acabas de enfadar conmigo. Eres la primera persona que se enfada.-
-Yo no me he enfadado.- dije sin embargo, terca. No iba a darle la razón.
-Me has gritado, aquí nadie grita.-
-¡Déjame tranquila!-
-Admítelo, estás cambiando, te he hecho
pensar.-
-Pues no quiero pensar, yo estoy muy bien así sin pensar.-
-¿Siendo ignorante?-
Habíamos llegado ya a la puerta de mi casa y yo no quería seguir con esta
conversación. Me propuse no contestarle ya a nada que me dijera. Pero él seguía
hablando.
-¿Alexia?-
Negué con la cabeza, me aparté de él y me dispuse a abrir la puerta de mi casa.
Él pero, me cogió del brazo, haciendo girarme hacia él y me apoyó contra la
puerta. Colocó una mano a cada lado de mi cabeza, acercándose muchísimo a mí
rostro y me susurró con urgencia: -Lo siento, pero tengo que hacerlo.- y
entonces me besó en los labios. Al principio, tanteando, expectante a mi
reacción. Yo no sabía qué ocurría conmigo, pero de lo que estaba totalmente
segura era de que no quería apartarme. Cuando vio que no me quejaba, sino que
le correspondía el beso, sus labios empezaron a moverse sobre los míos con
necesidad y pasión, descargando todo un torrente de sentimientos que jamás me
había planteado. Nos separamos, mirándonos un instante, como verificando lo que
acababa de pasar, y nuestros labios se volvieron a unir. Una mano de Matt se
posó en mi cuello, la otra fue bajando hasta mi cintura, rodeándola, para
acercarme más a él.
En el siguiente momento estábamos en el suelo del salón de mi casa, la luz de
la luna entraba por la ventana… Todo lo demás transcurrió como en trance, un
éxtasis de verdadera felicidad y eterno placer… Mis manos enredadas en su pelo,
él acariciando todo mi cuerpo… hasta quedarnos tendidos el uno al lado del
otro, mirándonos fijamente… con cariño.
-Esto es la pasión, esto es el amor. ¿No
prefieres esto mil veces a lo que se suponía que era tu felicidad plena?- dijo,
acariciándome la mejilla. Sonreí con ganas, y esa fue la primera vez que
sonreía porque de verdad sentía que tenía que sonreír. -Sí.-
-Ahora estás despierta, Lex. Ahora lo verás todo muy diferente. Tal vez te
asuste.- me advirtió, y en esta ocasión me brillaron a mí los ojos al escuchar
la abreviatura que hizo de mi nombre. –No pasa nada. Sé que ahí estás tú para
quererme y ayudarme. Despertar ha sido como volver a nacer.-
Sí, despertar fue como volver a
nacer.
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