miércoles, 6 de marzo de 2013

Renacer, parte I.

Esta historia viene en dos partes, y aquí va la primera. Alguno tal vez ya la hayáis leído porque os la habré enseñado, y para otros será algo nuevo. Espero que la disfrutéis de todas formas y que penséis, que es lo importante. 

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Despertar fue como volver a nacer.

Hasta ese momento sólo había sido una carcasa vacía, una máquina monótona, programada para realizar una aburrida rutina eterna. Hasta ese momento no había sabido qué eran los sentimientos, que de verdad se podían experimentar, que algunos de ellos eran tan fuertes y que ellos eran la razón de que vivir al fin y al cabo sí que valiera la pena. No había creído en el amor, en la amistad, la felicidad… Simplemente había sido como todos los demás: Ciegos a lo que hay fuera, ignorantes de la vida real, sumidos en una felicidad aparente gracias a esa ignorancia, pero que en realidad sólo era una máscara. Y aquello que se enmascaraba era apatía, porque no había sentimientos que sentir.
Ahora todo era diferente, pero aún sé perfectamente cómo era antes…

“Mi nombre es Alexia Shiver, y trabajo de cajera en el supermercado de mi pueblo. Vivimos en el año 2023, y es un mundo feliz. Nadie discute con nadie, no hay problemas, todo es pacífico. No hace falta nada más: Ni amor, ni sexo, ni pasión. Con la felicidad y el bienestar común llega. No me podría imaginar un mundo mejor. Todos somos compañeros de todos, pero no hay amigos, porque no hay confianza. Simplemente compañerismo. Así no hay riesgo de traición ni de engaño. Porque eso tampoco hace falta.”

Por mi caja del supermercado pasaban todos los vecinos, y todos pensaban como yo. Mi sonrisa era permanente, amable cuando les atendía. Pero un día, aún era muy temprano y en el supermercado no había apenas gente, entró un chico que no había visto nunca en el pueblo. Llevaba unos vaqueros desgastados y oscuros, rotos por algunas partes y un abrigo negro, del cual sobresalía el cuello de una camisa roja oscura, como el color del vino. No era muy alto, sí más que yo, y tenía el pelo corto, despuntado y negro. Pero lo que más destacaba en él, y que me dejó hipnotizada por unos instantes fueron sus ojos azules, penetrantes y brillantes, cuando me miró brevemente y me sonrió. Le devolví la sonrisa como era de costumbre y el chico se perdió entre las estanterías. Unos momentos más tarde lo tenía delante de mí en la caja. En la mano llevaba una botella de vino. La depositó en el mostrador y se dispuso a sacar la cartera.
-Buenos días, señor.- le saludé educadamente, cogiendo la botella y pasándola por el sensor. El chico simplemente asintió y miró la pantalla de la caja, dándome el importe exacto. Cobré la botella y se la devolví. Sonrió de la misma forma que antes, e hizo el ademán de irse. Dio unos cuantos pasos, pero luego se giró, me miró con curiosidad para luego hacer una pregunta, aparentemente simple, pero que en verdad arrastraría una infinidad de cosas desconocidas consigo:


-¿Eres feliz?- 
-Claro que sí.- contesté en seguida, sin pensármelo. El chico me siguió mirando con curiosidad.
-¿Es que tú no?- decidí contraatacar. No entendía por qué me miraba tan fijamente, pero me incomodaba de veras. Él esbozó una media sonrisa.
-En ocasiones.- respondió. Fruncí el ceño.
-Pues yo soy feliz siempre.-
El muchacho rió. -¿Estás segura de eso?-
-Sí.- otra vez no me pensé la contestación.
-¿Totalmente?-
-¡Que sí!- exclamé, desconcertada por tanta pregunta extraña. -¿Por qué preguntas tanto?-
-¿Por qué estás tan segura de que eres absolutamente feliz?-
Y dale con lo mismo. -¡Porque es así! No cabe otra posibilidad. Aquí eres feliz sin condiciones ni límites. Es así.- volví a repetir. Pero él sólo se encogió de hombros.
-Si eso es lo que tú te piensas…- esa respuesta me volvió a desconcertar aún más. Sacudí la cabeza. Era impensable discutir por algo así de obvio.
-¿Eres nuevo aquí? No te había visto, y aquí todos nos conocemos.-
-Me llamo Matt, y sí, acabo de comprar una casa aquí. Y ahora me tengo que ir, que tengo mucho trabajo que hacer en la casa. Tú piensa en todo lo que te he dicho, ¿vale?-
-Yo soy Alexia, encantada. Seguro que te gustará todo esto.- A lo último que dijo preferí no contestarle. Le dediqué una sonrisa amable y él asintió.
-Nos vemos, Alexia.- y con esas palabras se fue del supermercado.
El resto del día transcurrió como siempre, pero yo no conseguía quitarme de la cabeza la conversación con Matt. Había sido todo tan irracional, tan raro. ¿Cómo no iba a ser feliz? Yo no tenía nada de que quejarme, ¡no había razón para no serlo! Sin embargo, ahí estaba yo, comiéndome la cabeza. ¿Por qué tenía que cuestionarme ahora mi felicidad? Por eso, cuando vino a comprar la señora Smith, le pregunté:
-¿Usted es feliz?-
-Claro que sí, cómo no iba a serlo, qué tonterías dices, Alexia.-
-Lo siento, sé que ha sido una pregunta tonta. Que pase un buen día.-
-No pasa nada, igualmente.- 

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